martes, 28 de agosto de 2012

La disfunción eréctil y todos los malentendidos que la rodean


Iago López Gálvez
Médico de Familia

Un motivo de consulta, cada vez más frecuente y con un cierto ascenso durante los momentos más duros de la crisis económica, es la disfunción eréctil (mal llamada "impotencia") sobre todo de causa psicógena (psicológica), que parece corroborarse en numerosos titulares de prensa y que en absoluto parece casual. De modo paralelo, vemos cómo aumentan los casos de varones con disminución de la líbido. Como explicaremos más adelante, el bienestar psicológico y la sensación de intimidad son unas premisas muy importantes para una relación sexual satisfactoria. Es muy habitual que el paciente que acude a la consulta por este motivo, lo haga después de muchos meses, o incluso años, habitualmente debido a miedo o vergüenza, y después de haber devorado decenas de páginas de información contradictoria al respecto en la red o en la prensa escrita. Tal vez incluso habiendo probado productos de escasa utilidad gracias al anonimato que da la red.
Para entender las causas de la disfunción eréctil psicosomática, deberíamos partir de unas premisas previas: Normalmente, a la hora de obtener una erección satisfactoria y mantenida en un individuo sano, es importante tanto el grado de motivación sexual previo como el grado de relajación de la persona. La presencia de ansiedad, culpa, baja autoestima o ideación depresiva minan de un modo decisivo la capacidad de obtener o mantener la erección. Y cuando este factor psicológico se da, invariablemente agrava y perpetúa el trastorno.


En la disfunción eréctil de causa eminentemente psicógena, que es la que parece estar disparándose en los últimos años, es muy común que en un momento dado un varón tenga una primera experiencia insatisfactoria: Habitualmente, una vez iniciada la relación sexual con una erección normal, se pierde a los pocos minutos o segundos al no lograr relajarse completamente (por ideas reiterativas con respecto a su situación laboral o económica, por un familiar o por el mero hecho de haber abierto el periódico esa mañana y haberse quedado horrorizado con las perspectivas económicas).


Muchas veces esa primera mala experiencia planta la semilla de la preocupación. Si se repite de nuevo, comienzan verdaderamente los temores, achacándolo muchas veces de modo erróneo al declive físico ("ya empiezo a ir mayor", "ya no tengo veinte años y eso se nota", "me tenía que pasar, ya soy impotente", etc). Si la persona empieza a preocuparse por este motivo, ya no existe, por definición, un estado de relajación e intimidad que permita una relación sexual satisfactoria: cada nuevo intento se convierte en un examen sobre su capacidad, sobre su "hombría" (lo que se denomina ansiedad de ejecución), con lo que los "fracasos" se suceden. Llegados a este punto, el trastorno puede acabar repercutiendo en la libido e incluso suprimirla, dado que el sexo deja de ser algo placentero para convertirse en un desafío. Comienza la evitación del acto sexual para evitar volver a colocarse en esa situación, poniendo excusas (hoy estoy muy cansado, estoy estresado, etc). La persona empieza a desarrollar ideas de culpabilidad y baja autoestima, y muchas veces también su pareja, que en ocasiones puede creer que el problema es debido a que no es capaz de generar en él un deseo suficiente, o incluso puede creer que es debido a una tercera persona.


Por supuesto, también es frecuente la disfunción eréctil por causas orgánicas y por causas mixtas (la causa orgánica desencadena el distrés psicológico, y éste perpetúa el problema), y en caso de existir patología orgánica, ésta debería ser detectada en una fase precoz y no esperar a años de desarrollo, lo que podría hacer irreversible la causa.


Mis consejos para aquellas parejas que crean que pueden tener un trastorno de la función eréctil son:


1) No crean que es algo necesariamente debido a la edad o al deterioro físico. Una disfunción, particularmente si es psicógena, puede afectar a un chico de 20 años. Pero el chico de 20 no suele tener problemas laborales, no suele tener hijos por cuyo bienestar tengan que preocuparse y no suelen tener una hipoteca que pagar. En todo caso, nunca saquen la conclusión precipitada de que su vida sexual ha terminado y nada se puede hacer.


2) Siempre busquen ayuda de un médico, muchas veces basta con su médico de cabecera. Nunca dejen que el miedo o la vergüenza les evite buscar ayuda, no se pueden hacer a la idea de cuántos casos de todas las edades han consultado ya con su médico, posiblemente algunos conocidos de Vd. mismo, pero obviamente este no es un tema de conversación que le vayan a sugerir sus amigos. Y debe buscar ayuda, porque si existe alguna causa orgánica, deberíamos detectarla antes de que le haga más daño. Y porque si no es por causa orgánica, Vd merece que le ayudemos antes de que el problema pueda afectar a su vida de pareja. El médico puede ayudarle con o sin fármacos; también con sencillos consejos sobre hábitos de conducta y adquiriendo noción de normalidad.


3) No pierda el tiempo buscando "milagros" por internet ¿recuerdan el post anterior sobre las búsquedas en la Red?


4) Mantenga siempre una buena comunicación con su pareja. Su mutismo no ayuda a solucionar el trastorno, decir frases como "estoy cansado" no van a ser creíbles muchas veces seguidas. No permita que su pareja se culpabilice por el problema.


5) Si ha tenido un día malo, por trabajo, por penuria económica, por ansiedad por el entorno económico..., no lo pague con su pareja (ninguno de los dos). Su pareja no tiene la culpa de la situación actual, y hacerle sentir mal, y disminuir el grado de intimidad que habían logrado construir, no va a ayudar a mejorar la situación.


Anímense a dar el paso, y comiencen a ponerle solución. No tiene ningún sentido permitir que se produzca un deterioro de su calidad de vida y de su relación de pareja por miedos, ideas preconcebidas y oscurantismos. La gran mayoría de los casos pueden encontrar solución satisfactoria; basta con que nos decidamos a buscar ayuda.


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